lunes, 21 de noviembre de 2016

Châtiment

Se les llenaba la boca de palabras grandes. ¡Gloria!, gritaban. No vi en sus ojos un asomo de cinismo. Pero noté cómo una media sonrisa mordaz se dibujaba en mi rostro. Hablaban de éxito, de comienzos y de metas. De trabajo duro y plenitud. De cambio. En resumen, de mentiras.

En realidad, envidié su energía. Envidié su esperanza. Aquella inocencia, tan pura que les hacía pensar que eran capaces de modificar su ser, como si fuera posible abrirse en canal y sacarse el alma. Aún estaban ciegos, no sabían que la esperanza nace de los espejismos y que el único cambio es la muerte.

Hablaban de amor.

Gritaban victoria.

Dejaron el seno de su hogar en busca de tiempos mejores. Tuvieron valor, y avanzaron hacia la senectud en busca de sabiduría, pudriéndose por el camino, deshaciéndose, forzándose a no pensar que habían dejado atrás la llama por la que seguir vivos. Porque, ¿cómo se admite que te has equivocado, y aquello por lo que has luchado es solo papel mojado? Siguen adelante, porque sólo hay algo peor que esta sinrazón: El camino de vuelta.

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