Estamos como... Desenfocados. No, no es la palabra. Descoordinados. Cuando él sube yo bajo. Y claro, la parte del medio es divertida, pero luego nos estancamos, y cuando yo quiero soñar y volar lejos él mantiene los pies en la tierra. La metáfora del balancín ha ido cobrando sentido y siendo mejor según la escribía. Yo fumo lo que quiero, que tengo la noche libre.
Al caso. Este blog me recuerda muchísimas cosas. Parece mentira, pero ya tiene sus años. Lo abrí al dejar de usar el Fotolog, que mira tú si es antiguo. Y encima grupal. En fin.
Y por cierto, creo que ya puedo llegar a esa parte que prometí escribir, aunque fuera mentalmente. Esa en la que recuerdo los buenos momentos y no ma da pena, porque esa persona ya no existe, sino que es solo un recuerdo que sí, me ha cambiado mucho, y es fantástico, pero nada más que un recuerdo. Y ya me estoy encargando de fabricar algunos nuevos. Y qué recuerdos.
Pero bueno, la cuestión es que ahora puedo pensar en cenar al lado del Sella y en abrir garajes, y en viejas promesas y en arepas y regalos de reyes. Me cuesta más recordar otras cosas perdidas, sobre todo si tienen que ver con otras personas perdidas. Fumar, dibujar, hablar, hablar, hablar. Lo echo mucho de menos. ¿El resto? He dedicado tanto tiempo a no pensar en ello que ya no me afecta. O por lo menos, no en el mal sentido. Creo que mi primera entrada del blog se tituló "Nostalgia edulcorada". Pues es exactamente eso. Qué final tan precioso, ahora que me doy cuenta. Lo que más me gusta de escribir sin un plan es que incluso entonces, las cosas parecen encajar mejor que en el barullo de mis pensamientos.
A desobedecer.
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