viernes, 13 de marzo de 2015

Gracias, Terry Pratchett

¿Cuántos escritores conoces capaces de referenciar a Dante, Fausto y la Ilíada en un mismo libro de forma brillante? ¿O de mezclar filosofía griega, física cuántica y mitología egipcia? ¿O de hacerte pensar, reír a carcajadas y llorar como una magdalena, todo en la misma página? Yo conozco uno.

Llevo unas horas pensando en qué escribir sobre alguien que me ha dado tanto. Y es que no es poco sabido que Terry Pratchett es mi autor favorito, y no en vano se me ha llenado el móvil de mensajes de gente que lo sabe, informándome de la triste noticia. Gente que me ha escuchado hablar durante horas de su genialidad, de sus personajes, de su universo.

Terry Pratchett supo dar a sus libros de fantasía el matiz que necesitan para relacionarte con cualquiera de sus personajes, que según los lees descubres que tienen más personalidad que mucha de la gente que pasará por tu vida. Supo crear un mundo de fantasía en el que encajar toda la crítica social, toda la referencia cultural. Y me quedo corta, pero que muy corta.

"Las partículas de inspiración recorren el universo constantemente. De cuando en cuando, una de ellas va a caer sobre una mente perceptiva, que entonces inventa el ADN, o las sonatas para flauta dulce, o la manera de hacer que las bombillas se fundan en la mitad de tiempo. Pero la mayoría se pierden. La vida de muchísima gente transcurre sin que una de esas partículas se le acorche siquiera. Otros son aún más desgraciados. Las reciben todas."-Brujerías.

Llevo unas horas pensando en qué escribir sobre alguien que me ha dado tanto. Pero, ¿sabéis qué? No me leáis a mí. Leed sus libros, saboreadlo. Y luego me contáis.

DEP. Estés donde estés, sigue creando.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Trampas

Y entonces va el tío y me suelta algo del rollo, llevas una maleta llena de sentimientos a tus espaldas. Supéralo. Y yo, claro, qué voy a decir. Qué tontería, si yo en mis maletas llevo libros y ropa. Yo qué sé.

Estamos como... Desenfocados. No, no es la palabra. Descoordinados. Cuando él sube yo bajo. Y claro, la parte del medio es divertida, pero luego nos estancamos, y cuando yo quiero soñar y volar lejos él mantiene los pies en la tierra. La metáfora del balancín ha ido cobrando sentido y siendo mejor según la escribía. Yo fumo lo que quiero, que tengo la noche libre.

Al caso. Este blog me recuerda muchísimas cosas. Parece mentira, pero ya tiene sus años. Lo abrí al dejar de usar el Fotolog, que mira tú si es antiguo. Y encima grupal. En fin.

Y por cierto, creo que ya puedo llegar a esa parte que prometí escribir, aunque fuera mentalmente. Esa en la que recuerdo los buenos momentos y no ma da pena, porque esa persona ya no existe, sino que es solo un recuerdo que sí, me ha cambiado mucho, y es fantástico, pero nada más que un recuerdo. Y ya me estoy encargando de fabricar algunos nuevos. Y qué recuerdos.

Pero bueno, la cuestión es que ahora puedo pensar en cenar al lado del Sella y en abrir garajes, y en viejas promesas y en arepas y regalos de reyes. Me cuesta más recordar otras cosas perdidas, sobre todo si tienen que ver con otras personas perdidas. Fumar, dibujar, hablar, hablar, hablar. Lo echo mucho de menos. ¿El resto? He dedicado tanto tiempo a no pensar en ello que ya no me afecta. O por lo menos, no en el mal sentido. Creo que mi primera entrada del blog se tituló "Nostalgia edulcorada". Pues es exactamente eso. Qué final tan precioso, ahora que me doy cuenta. Lo que más me gusta de escribir sin un plan es que incluso entonces, las cosas parecen encajar mejor que en el barullo de mis pensamientos.

A desobedecer.