lunes, 1 de febrero de 2016

Anodino

Y aquí, boqueando en busca de un atisbo de conversación estimulante, y lo más parecido es el ruido incesante de las letras del teclado, del bolígrafo en el papel. ¡Enséñame algo nuevo! Escucha mis teorías, muéstrame que estoy equivocada, valora que mi cabeza sirve para algo, demuestra que la tuya no está de adorno.
Maldita sea, hace cuánto tiempo ya. Sustituir el entusiasmo del aprendizaje por el embotellamiento del alcohol y las conversaciones triviales... No parece muy inteligente. Pero Dios, hoy parecía que lo tenía. Y no. Para nada. ¿Dónde han quedado las horas despierta discutiendo? Metafísica, cultura, biología. Lo que sea. ¿Está el mundo vacío? ¿A nadie le interesa ya? ¿Solo podemos hablar de cómo te vas a peinar, o de aquella noche que hicimos algo que se salió de la norma? Piensa más allá. Sube más rápido. No dejes que me hunda yo también. Duele. Duele ver que ahora casi es inalcanzable, solo puedo ver las sombras. Sé brillante, e ilumíname un poco con tu luz. Porque a mí... A mí se me ha olvidado cómo encenderla.